domingo, 6 de marzo de 2016

LA CIUDAD ANTIGUA

LIBRO PRIMERO

I.     CREENCIAS SOBRE EL ALMA Y LA MUERTE: 
Entre los antiguos había la creencia en la mansión de los muertos. Se figuraban una región subterránea infinitamente más vasta que el sepulcro, en la cual vivían reunidas todas las almas lejos de sus cuerpos y allí se distribuían castigos o permisos de acuerdo a sus conductas en vida, pero los Griegos tenían una idea distinta, creían que el cuerpo estaba unido al alma hasta la muerte y que no se separaban, consideraban que la tumba era un lugar de descanso donde la persona seguía con vida y por tal razón se le enterraba con alimentos, ropas, objetos e inclusive degollaban caballos y esclavos que les sirvieron en vida para que les siguieran sirviendo en la vida debajo de la tierra.
Para ellos el alma que no tuviera sepultura, no tenía morada, quedaba errante, no descansaba; errante como sombra o fantasma sin poder detenerse ni recibir las ofrendas y alimentos necesarios, y en su desgracia se dedicaba a atormentar a las personas dañándole sus cultivos, trayéndoles enfermedades y asustándoles de noche, (tal es el origen de las creencias en las apariciones).
Los funerales se realizaban no tanto por el dolor de los vivos como para procurar el descanso de los muertos, ellos sentían más temor de una muerte sin sepultura y sin ritos que de la muerte misma, no solo bastaba con la sepultura, sino que eran necesarios los ritos póstumos para el descanso del alma, lo uno sin lo otro no bastaba.
Los grandes criminales eran condenados a la privación de sepultura.
    
II.    EL CULTO  DE LOS MUERTOS:
Los griegos daban a los muertos el nombre de dioses subterráneos, todo los muertos se consideraba pasaban a ser dioses no importaban si eran ilustres o no, considerados seres sagrados recibían los nombres más respetuosos llamados buenos, santos y bienaventurados,  y merecían toda la veneración que el hombre puede profesar a una divinidad a quien ama o teme.
Se les debía ofrecer sus comidas fúnebres para que no salieran de sus tumbas a atormentar a los vivos, las ofrendas los hacían volver a sus tumbas, recobrar su tranquilidad y atributos divinos, convirtiéndose en un dios tutelar que amaba a los que le llevaban alimentos y los protegía, los auxiliaba en las labores diarias y brindaba favores.

III.   FUEGO SAGRADO
La casa de un griego o de un romano encerraba un altar y en él debía haber siempre un poco de ceniza y carbones encendidos, era obligación del dueño de cada casa mantener el fuego día y noche; y se consideraba desgraciada aquella casa en la que el fuego se llegara a apagar, solo se podía extinguir cuando hubiera perecido toda la familia.
El fuego no se podía alimentar con cualquier tipo de leña, debía mantenerse puro, por lo cual no podía arrojarse a él ningún cuerpo sucio,  ni cometerse delante de su presencia ninguna acción repudiable.
Solo una vez por año (entre los romanos el 01 de marzo) a cada familia le estaba permitido apagar su fuego sagrado y encender otro en el acto, pero para encender el nuevo fuego era necesario obedecer rigurosamente los ritos, ante todo no se podía usar pedernal y eslabón, porque el único procedimiento permitido para encender este nuevo fuego era concentrar en un punto el calor de los rayos de sol, o  frotar enérgicamente 2 astillas de una determinada especie hasta sacar chispas.
Consideraban este fuego como divino, por eso lo adoraban y tributaban culto, ofreciéndole  ofrendas como para agradar a un dios, lo creían poderoso y por eso le hacían fervientes suplicas para obtener de él salud, riqueza, felicidad, etc.
El hombre no salía de casa nunca sin dirigir una súplica en su hogar y a su regreso antes de ver a su mujer y abrazar a sus hijos, debía inclinarse ante el fuego sagrado.
Se le ofrecía vino, aceite e incienso para verle crecer y alimentarse y se le agradecían los alimentos pues era el dios fuego quien los cocía era toda una ceremonia santa comer frente al fuego y nadie se atrevía a dudar de fuese un  dios y que comiese y bebiese.

IV.   RELIGIÓN DOMÉSTICA
En las familias griegas y romanas el culto de los muertos no se parecía al culto que los cristianos le tributaban a sus santos, una de sus principales reglas es que solo podían tributar adoración a los  muertos que les pertenecía por sangre, solo el pariente más próximo podía celebrar los funerales y solo los familiares podían asistir a los rituales de las comidas fúnebres, excluyendo a los extraños.
Ningún extraño podía acercarse a ofrecer alimentos por amigo que fuera y el extraño que tocare al menos con un pie por descuido un sepulcro se consideraba un acto de impiedad por lo cual había que purificarse y aplacar al difunto, eran los hijos quienes tenían que hacer los rituales y por eso se creía que los muertos oraban aún desde sus sepulcros suplicando que siempre hubiera descendencia. Los sepulcros se construían cerca a la entrada de las casas para que los hijos pudieran hacer sus oraciones y libaciones al entrar y al salir de casa, y todos los miembros de la familia eran enterrados en el mismo sepulcro a fin de permanecer unidos. Cada hogar protegía a los suyos y rechazaba a los extraños. Toda la religión quedaba encerrada en el recinto de la casa y no siendo público el culto las ceremonias se practicaban únicamente en familia, cada familia podía oficiar sus ceremonias como quería, no tenían reglas específicas y el padre de la casa era el sumo sacerdote quien instruía a sus descendientes, en la forma de realizar sus ritos. La religión no residía en templos, sino en las casas, cada casa tenía sus propios dioses que los protegía.
Cabe aclarar que esta religión sólo se propagaba de varón a varón, las mujeres no participaban de él sino por conducto de su padre o su marido.  

LIBRO SEGUNDO

I.     LA FAMILIA
La religión fue el principio constitutivo de la antigua familia, el principio de la familia antigua no es solo la generación, prueba de ello es que la hermana no tiene la misma importancia que el hermano, la hija casada y el hijo emancipado dejan completamente de ser parte de ella, tampoco es el principio de la familia el afecto natural ya que el derecho griego ni el romano toman para nada en cuenta este sentimiento.
Es la religión del hogar la que hace que la familia forme un núcleo compacto en esta vida y en la otra. La familia antigua es una asociación religiosa más que natural, y por eso veremos después que la mujer no será incluida en ella sino cuando la ceremonia sagrada del matrimonio la inicie en el culto, que el hijo ya no será hijo si renuncia a este culto o se emancipa, que el adoptado será hijo al adoptar el culto de la familia, que el legatario que se reúse a adoptar el culto de la familia no tendrá derecho a la sucesión y finalmente que el parentesco y el derecho a la herencia serán regulados no por el nacimiento, sino por los derechos de participación en el culto, tales como la religión los tenía establecidos.
No fue la religión la indudable creadora de la familia pero si fue la que le dio sus reglas.
     
II.    EL MATRIMONIO
Aunque la religión doméstica se transmitía de varón a varón las mujeres tenían una participación, ya fuera como hija en los cultos de su padre o como casada en los de su marido, pero al crecer y casarse debía abandonar por completo a sus dioses y rendir culto a los dioses de la familia de su esposo ya que un principio inmutable de esta religión era que una misma persona no podía invocar 2 hogares ni dos series de antepasados.
No solo para las mujeres era complicado sino para los hombres también ya que tenían que ingresar al secreto de su hogar a una extraña para sus dioses y enseñarle los secretos de sus cultos familiares, esto nos da ya una idea de lo importante y serio que era para ellos el matrimonio. Ya que los dioses eran domésticos las ceremonias matrimoniales se celebraban dentro de las casas.
En los griegos la ceremonia se componía de 3 actos, el primero tenía lugar en el hogar del padre; el segundo en el del marido, y el tercero consistía en el paso del uno al otro.
En el primero el padre en la casa paterna hacia una oración despidiendo la hija porque ella no podía irse a adorar a otros dioses si primero no se había desprendido de los primeros.
En el segundo se conducía a la joven hasta la casa del que iba a ser su marido; vestida de blanco, con un velo cubriendo su cara, con una corona y una antorcha y al llegar a casa de su esposo este la introducía alzada simulando un rapto al cual ella se resistía y sus amigas simulaban querer defenderla.
Y el tercero, al llegar la esposa ante el hogar era rociada de agua, le hacían tocar el fuego sagrado, y tras recitar unas oraciones se compartían una torta o un pan con su esposo, esto constituía una comunión entre los esposos y los dioses domésticos.  
El matrimonio romano era muy semejante compuesto por 3 actos: traditio, deductio in domum, confarreatio.
En el primero la joven abandonaba el hogar paterno y ya que estaba unida a este solo por la mediación del padre solo él podía desligarla.
En el segundo era igual que en la ceremonia de Grecia pero en este la comitiva hacia un alto frente a la casa del novio donde se le presentaba a la joven el fuego y el agua; el primero como emblema de la divinidad doméstica  y el agua lustral que servía a la familia para todos los actos religiosos.
Y el tercero al igual que los griegos comían la torta después de ofrecer sus oraciones y libaciones; esta torta era la que causaba la unión entre los esposos, desde ese momento quedaban asociados al mismo culto y la mujer quedaba bajo la protección de los mismos dioses que su marido, se consideraba como si ella hubiera vuelto a nacer y ahora ella se convertía en hija de su marido.

Aquella unión era más que una simple relación entre los sexos o que una afección pasajera ya que la unía el poderoso lazo del mimo culto. 

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