LIBRO PRIMERO
I. CREENCIAS SOBRE EL ALMA Y LA MUERTE:
Entre los antiguos había la
creencia en la mansión de los muertos. Se figuraban una región subterránea infinitamente
más vasta que el sepulcro, en la cual vivían reunidas todas las almas lejos de
sus cuerpos y allí se distribuían castigos o permisos de acuerdo a sus
conductas en vida, pero los Griegos tenían una idea distinta, creían que el
cuerpo estaba unido al alma hasta la muerte y que no se separaban, consideraban
que la tumba era un lugar de descanso donde la persona seguía con vida y por
tal razón se le enterraba con alimentos, ropas, objetos e inclusive degollaban
caballos y esclavos que les sirvieron en vida para que les siguieran sirviendo
en la vida debajo de la tierra.
Para ellos el alma que no tuviera
sepultura, no tenía morada, quedaba errante, no descansaba; errante como sombra
o fantasma sin poder detenerse ni recibir las ofrendas y alimentos necesarios,
y en su desgracia se dedicaba a atormentar a las personas dañándole sus
cultivos, trayéndoles enfermedades y asustándoles de noche, (tal es el origen
de las creencias en las apariciones).
Los funerales se realizaban
no tanto por el dolor de los vivos como para procurar el descanso de los
muertos, ellos sentían más temor de una muerte sin sepultura y sin ritos que de
la muerte misma, no solo bastaba con la sepultura, sino que eran necesarios los
ritos póstumos para el descanso del alma, lo uno sin lo otro no bastaba.
Los grandes criminales eran
condenados a la privación de sepultura.
II. EL
CULTO DE LOS MUERTOS:
Los griegos daban a los
muertos el nombre de dioses subterráneos, todo los muertos se consideraba
pasaban a ser dioses no importaban si eran ilustres o no, considerados seres
sagrados recibían los nombres más respetuosos llamados buenos, santos y bienaventurados,
y merecían toda la veneración que el
hombre puede profesar a una divinidad a quien ama o teme.
Se les debía ofrecer sus
comidas fúnebres para que no salieran de sus tumbas a atormentar a los vivos,
las ofrendas los hacían volver a sus tumbas, recobrar su tranquilidad y
atributos divinos, convirtiéndose en un dios tutelar que amaba a los que le llevaban
alimentos y los protegía, los auxiliaba en las labores diarias y brindaba
favores.
III. FUEGO SAGRADO
La casa de un griego o de un
romano encerraba un altar y en él debía haber siempre un poco de ceniza y
carbones encendidos, era obligación del dueño de cada casa mantener el fuego
día y noche; y se consideraba desgraciada aquella casa en la que el fuego se
llegara a apagar, solo se podía extinguir cuando hubiera perecido toda la
familia.
El fuego no se podía alimentar
con cualquier tipo de leña, debía mantenerse puro, por lo cual no podía
arrojarse a él ningún cuerpo sucio, ni
cometerse delante de su presencia ninguna acción repudiable.
Solo una vez por año (entre
los romanos el 01 de marzo) a cada familia le estaba permitido apagar su fuego
sagrado y encender otro en el acto, pero para encender el nuevo fuego era necesario
obedecer rigurosamente los ritos, ante todo no se podía usar pedernal y eslabón,
porque el único procedimiento permitido para encender este nuevo fuego era concentrar
en un punto el calor de los rayos de sol, o frotar enérgicamente 2 astillas de una
determinada especie hasta sacar chispas.
Consideraban este fuego como
divino, por eso lo adoraban y tributaban culto, ofreciéndole ofrendas como para agradar a un dios, lo creían
poderoso y por eso le hacían fervientes suplicas para obtener de él salud,
riqueza, felicidad, etc.
El hombre no salía de casa
nunca sin dirigir una súplica en su hogar y a su regreso antes de ver a su
mujer y abrazar a sus hijos, debía inclinarse ante el fuego sagrado.
Se le ofrecía vino, aceite e
incienso para verle crecer y alimentarse y se le agradecían los alimentos pues
era el dios fuego quien los cocía era toda una ceremonia santa comer frente al
fuego y nadie se atrevía a dudar de fuese un
dios y que comiese y bebiese.
IV. RELIGIÓN DOMÉSTICA
En las familias griegas y
romanas el culto de los muertos no se parecía al culto que los cristianos le
tributaban a sus santos, una de sus principales reglas es que solo podían tributar
adoración a los muertos que les
pertenecía por sangre, solo el pariente más próximo podía celebrar los
funerales y solo los familiares podían asistir a los rituales de las comidas fúnebres,
excluyendo a los extraños.
Ningún extraño podía acercarse
a ofrecer alimentos por amigo que fuera y el extraño que tocare al menos con un
pie por descuido un sepulcro se consideraba un acto de impiedad por lo cual
había que purificarse y aplacar al difunto, eran los hijos quienes tenían que
hacer los rituales y por eso se creía que los muertos oraban aún desde sus
sepulcros suplicando que siempre hubiera descendencia. Los sepulcros se construían
cerca a la entrada de las casas para que los hijos pudieran hacer sus oraciones
y libaciones al entrar y al salir de casa, y todos los miembros de la familia
eran enterrados en el mismo sepulcro a fin de permanecer unidos. Cada hogar
protegía a los suyos y rechazaba a los extraños. Toda la religión quedaba
encerrada en el recinto de la casa y no siendo público el culto las ceremonias se
practicaban únicamente en familia, cada familia podía oficiar sus ceremonias
como quería, no tenían reglas específicas y el padre de la casa era el sumo sacerdote
quien instruía a sus descendientes, en la forma de realizar sus ritos. La religión
no residía en templos, sino en las casas, cada casa tenía sus propios dioses
que los protegía.
Cabe aclarar que esta
religión sólo se propagaba de varón a varón, las mujeres no participaban de él
sino por conducto de su padre o su marido.
LIBRO
SEGUNDO
I. LA FAMILIA
La religión fue el principio
constitutivo de la antigua familia, el principio de la familia antigua no es
solo la generación, prueba de ello es que la hermana no tiene la misma
importancia que el hermano, la hija casada y el hijo emancipado dejan
completamente de ser parte de ella, tampoco es el principio de la familia el
afecto natural ya que el derecho griego ni el romano toman para nada en cuenta
este sentimiento.
Es la religión del hogar la
que hace que la familia forme un núcleo compacto en esta vida y en la otra. La familia
antigua es una asociación religiosa más que natural, y por eso veremos después que
la mujer no será incluida en ella sino cuando la ceremonia sagrada del
matrimonio la inicie en el culto, que el hijo ya no será hijo si renuncia a
este culto o se emancipa, que el adoptado será hijo al adoptar el culto de la
familia, que el legatario que se reúse a adoptar el culto de la familia no
tendrá derecho a la sucesión y finalmente que el parentesco y el derecho a la
herencia serán regulados no por el nacimiento, sino por los derechos de participación
en el culto, tales como la religión los tenía establecidos.
No fue la religión la
indudable creadora de la familia pero si fue la que le dio sus reglas.
II. EL MATRIMONIO
Aunque la religión doméstica
se transmitía de varón a varón las mujeres tenían una participación, ya fuera
como hija en los cultos de su padre o como casada en los de su marido, pero al
crecer y casarse debía abandonar por completo a sus dioses y rendir culto a los
dioses de la familia de su esposo ya que un principio inmutable de esta
religión era que una misma persona no podía invocar 2 hogares ni dos series de antepasados.
No solo para las mujeres era
complicado sino para los hombres también ya que tenían que ingresar al secreto
de su hogar a una extraña para sus dioses y enseñarle los secretos de sus
cultos familiares, esto nos da ya una idea de lo importante y serio que era
para ellos el matrimonio. Ya que los dioses eran domésticos las ceremonias matrimoniales
se celebraban dentro de las casas.
En los griegos la ceremonia
se componía de 3 actos, el primero tenía lugar en el hogar del padre; el
segundo en el del marido, y el tercero consistía en el paso del uno al otro.
En el primero el padre en la
casa paterna hacia una oración despidiendo la hija porque ella no podía irse a
adorar a otros dioses si primero no se había desprendido de los primeros.
En el segundo se conducía a
la joven hasta la casa del que iba a ser su marido; vestida de blanco, con un
velo cubriendo su cara, con una corona y una antorcha y al llegar a casa de su
esposo este la introducía alzada simulando un rapto al cual ella se resistía y
sus amigas simulaban querer defenderla.
Y el tercero, al llegar la
esposa ante el hogar era rociada de agua, le hacían tocar el fuego sagrado, y
tras recitar unas oraciones se compartían una torta o un pan con su esposo,
esto constituía una comunión entre los esposos y los dioses domésticos.
El matrimonio romano era muy
semejante compuesto por 3 actos: traditio,
deductio in domum, confarreatio.
En el primero la joven abandonaba
el hogar paterno y ya que estaba unida a este solo por la mediación del padre
solo él podía desligarla.
En el segundo era igual que
en la ceremonia de Grecia pero en este la comitiva hacia un alto frente a la
casa del novio donde se le presentaba a la joven el fuego y el agua; el primero
como emblema de la divinidad doméstica y
el agua lustral que servía a la familia para todos los actos religiosos.
Y el tercero al igual que
los griegos comían la torta después de ofrecer sus oraciones y libaciones; esta
torta era la que causaba la unión entre los esposos, desde ese momento quedaban
asociados al mismo culto y la mujer quedaba bajo la protección de los mismos
dioses que su marido, se consideraba como si ella hubiera vuelto a nacer y
ahora ella se convertía en hija de su marido.
Aquella unión era más que una simple relación
entre los sexos o que una afección pasajera ya que la unía el poderoso lazo del
mimo culto.